Sexto largometraje de los hermanos Joel y Ethan Coen, Fargo (1996) es una película construida sobre la dualidad. Dos son los matones a sueldo (Steve Buscemi y Peter Stormare) que secuestran a Jean Lundegaard (Kristin Rudrüd) a instancias de su propio marido (William H. Macy), desesperado por conseguir dinero a causa de sus deudas económicas y enfrentado sin tregua con su desagradable y adinerado suegro (Harve Presnell). Una pareja es también la que se opone a este violento mundo del hampa, formada por Marge Gunderson (Frances McDormand, Óscar a la mejor actriz de aquel año), una policía de pueblo embarazada que persigue a los delincuentes, y su complaciente marido Norm (John Carroll Lynch). Y, allende los personajes, más oposiciones: frente a la nieve blanquísima de los escenarios naturales de Minnesota y Dakota del Norte en que transcurre la acción, los interiores oscilan entre la frialdad de las oficinas o las habitaciones de hotel y la calidez de la casa de Marge y Norm. La ley y su transgresión, la domesticidad y su reverso tenebroso, son los puntos cardinales de una película de inspiración geométrica, donde las reglas del film noir son sometidas a implacables torsiones, como si también en el estilo y las formas se librara esa batalla entre contrarios.
Todo esto no es de extrañar a tenor de la trayectoria previa de los Coen, que incluía dos obras maestras como Muerte entre las flores (1990) y Barton Fink (1991), donde las conmociones argumentales se veían ya compensadas por una puesta en escena impasible y distante, marca de la casa. Fargo, no obstante, era otra cosa. Ahora se trataba de introducir la comedia negra en el interior del thriller clásico, y de hacerlo de una manera más sutil que en las salvajes Sangre fácil (1984) y Arizona Baby (1987), sus dos primeros films. El humor, de este modo, distorsiona la aparente limpieza del relato y lo convierte en una especie de espectáculo grotesco, de teatro del absurdo que bebe tanto de Hitchcock como de Beckett, de James M. Cain y del David Lynch de Twin Peaks (1990), y que tiñe esta historia sangrienta, inspirada en un hecho real, de un humor sombrío y algo misántropo, una tendencia que se iría acelerando en la filmografía posterior de sus autores. Fábula anticapitalista o gran tragedia americana, sea como fuere, Fargo permanece hoy día como un clásico del thriller de los 90, uno de los grandes hitos –quizá junto con Pulp Fiction (1992), de Quentin Tarantino— del Hollywood posmoderno.
FARGO POR FRAGMENTS. CINE-CONCIERTO
Teatro Campoamor
20 de marzo, 19h
Retirada de invitaciones en oviedo.es y en la taquilla del Campoamor a partir del 18 de marzo
Por CARLOS LOSILLA