ABR.

Lunes 6
Martes 7
Miércoles 8

Jueves 9
Viernes 10
Sábado 11
Domingo 12

VIAJE A LA LUNA
ASALTO Y ROBO AL TREN
¿NÚMERO, POR FAVOR?
ÉTUDE CINÉGRAPHIQUE SUR UNE ARABESQUE / LE RETOUR A LA RAISON
FRANKESTEIN
UNA SEMANA
LA CASA ENCANTADA / EL HADA PRIMAVERA

VIAJE A LA LUNA + SONSOLES RODRÍGUEZ

Le Voyage dans la Lune
George Méliès, Francia, 1902, 14 ‘

Reparto: George Méliès, Bleuette Bernon, Henri Delannoy, Jeanne D’Alcy.
Guion: George Méliès (novelas: Jules Verne, H.G. Wells).
Fotografía: Théophile Michault, Lucien Tainguy.
Montaje: George Méliès.
Productora: Star-Film.

Con veintipocos años y el servicio militar recién cumplido, Georges Méliès se fue a Londres para trabajar como dependiente y mejorar su inglés. En sus horas libres empezó a visitar un museo de curiosidades, el Egyptian Hall, para ver las funciones del ilusionista John Nevil Maskelyne. Cuando vuelve a París, lo hace ya completamente seducido por la magia. Se hará asiduo del Teatro Robert-Houdin, que acabará comprando en cuanto comprende que su futuro está en los escenarios y no en la empresa familiar de zapatos. Dedicó su ingenio y su esfuerzo a modernizar el espectáculo, a inventar nuevos trucos, a poner la técnica de su tiempo al servicio del entretenimiento. Fue un éxito. Por su trabajo renovador de la magia moderna, Georges Méliès ya tendría garantizado un hueco en los libros.

Pero en los libros acabó apareciendo por otra razón, aún más notable. Horas antes de la legendaria primera proyección pública de su “cinematógrafo”, los hermanos Lumière hicieron una demostración para dueños de teatros y salas de París. Georges fue uno de los presentes y quedó fascinado por el cine igual que antes por la magia. Los Lumière no quisieron venderle la cámara, pero acabó consiguiendo una por medio de otro pionero, Robert W. Paul, y en pocos meses las imágenes animadas eran ya una atracción más de su teatro.

La casualidad hace que descubra el potencial de la cámara para fabricar ilusiones imposibles. Mientras filma un plano en la Plaza de la Ópera de París, la cámara se atasca; cuando resuelve el problema, reanuda la grabación. Al ver las imágenes proyectadas, ve con asombro como un autobús “se transforma” en un coche fúnebre. Méliès no fue el primero en usar trucos, pero hizo de ellos su señal de identidad: las transformaciones obtenidas a base de parar la cámara y cambiar una cosa por otra serán la base de buena parte de los cientos de películas que hizo. Los efectos especiales se superponen a una puesta en escena muy teatral, que derrocha imaginación en el diseño de decorados y el vestuario y maquillaje de actores y actrices. Su cine tiende a la fantasía más lúdica y loca y no duda en tirar la casa por la ventana si es necesario; no hay quizá mejor ejemplo de esto que la delirante Viaje a la Luna, que fue un éxito en muchos países, incluso en Estados Unidos, aunque no llegó a ver muchos dólares de recompensa por la entonces (también) común distribución pirata de las películas.

Méliès dio con una fórmula triunfal, pero el cine progresó tanto y tan rápido que muy pronto esa fórmula mostró señales de agotamiento. Los problemas se multiplicaron a su alrededor y en los años 20 el mago de Montreuil era un hombre arruinado y olvidado por la industria que atendía un puesto de juguetes y chucherías en la estación de Montparnasse. La historia le tenía reservado un final feliz. Fue rescatado del olvido y homenajeado aún en vida por las nuevas generaciones, de Henri Langlois a Georges Franju, que reconocieron en él a una figura esencial. Uno de los creadores que hizo que el cine dejase de ser una curiosidad científica para convertirse en un arte de masas. – Martin Pawley

ASALTO Y ROBO AL TREN + XAIME MARTÍNEZ

The Great Train Robbery
Edwin S. Porter | EE.UU. | 1903 | 10’

Reparto: Bronco Billy Anderson, A.C. Abadie, Justus D. Barnes, Donald Gallaher.
Guion: Edwin S. Porter.
Fotografía: Edwin S. Porter.
Productora: Edison Manufacturing Company.

Considerado el primer western de la historia del cine, un relato breve que contiene buena parte de los personajes y situaciones desarrollados posteriormente en el género, Asalto y robo de un tren representó también un paso de gigante en la evolución del lenguaje cinematográfico. Edwin S. Porter utilizó en él una enérgica combinación de movimiento puramente cinemático y estilo teatral sin parangón en aquel momento: interiores y paisajes, puertas y bosques, desempeñan un papel asombrosamente complejo en una historia simple pero también de gran aliento épico que culmina con una idea genial, inesperada, absolutamente revolucionaria. – Carlos Losilla

¿NÚMERO, POR FAVOR? + CÉSAR LATORRE

Number, Please?
Hal Roach, Fred C. Newmeyer | EE.UU. | 1920 | 25’

Reparto: Harold Lloyd, Mildred Davis, Roy Brooks, Sammy Brooks, William Gillespie, Wallace Howe.
Guion: H.M. Walker.
Fotografía: Walter Lundin.
Productora: Rolin Films.

Mucho antes de convertirse en un actor que garantizaba éxito tras éxito y una de las pocas estrellas del cine mudo que mantuvo su popularidad con la llegada del sonido, el destino de Harold Lloyd quedó en manos del azar. Nacido en Burchard, Nebraska, el 20 de abril de 1893, Harold tuvo una infancia nómada debido a la escasa capacidad de su padre, apodado “Foxy”, para mantener un puesto de trabajo. Uno de esos variados destinos laborales fue la compañía de máquinas de coser Singer, en la que tuvo un accidente por el que fue compensado con tres mil dólares. Por esas fechas, 1912, Foxy ya se había separado de su mujer y sus dos hijos vivían con él; el dinero les daba para vivir una temporada, pero faltaba decidir dónde. La solución llegó lanzando una moneda al aire, a cara o cruz: ¿irían al este o al oeste? Ganó el oeste y se establecieron en San Diego, California.

Apasionado por la interpretación desde siempre, Harold no tardó mucho en hacerse un sitio en el cine, que en esos años desplazaba su centro de producción de Nueva Jersey hasta tierras californianas. Apareció en diversas películas y se hizo amigo de Hal Roach, que montó una productora con Harold como valor principal. Sus primeros personajes, Willie Work y Lonesome Luke, imitaban al “vagabundo” creado por Charles Chaplin hasta en el aspecto físico, incluido el característico bigotillo, como podemos comprobar hoy al ver algunos de los cortos, no demasiados, que se conservan. No muy satisfecho con los resultados, el comediante empezó a imaginar un personaje diferente. Un joven normal, sin rasgos extravagantes, apenas unas gafas redondas sin cristales y un sombrero de paja como distintivo. Ahí nace el Harold Lloyd que todos conocemos. El chico con gafas soñador y voluntarioso, irresistiblemente simpático, elegante, incluso atractivo. El chico sin nombre que hará todo lo posible para acompañar a la chica (también sin nombre) en un paseo en globo en la deliciosa ¿Número, por favor?: imposible sacarle más provecho cómico a una cabina de teléfono y un monedero. Da igual que las cosas al final no salgan como deseaba, pesa más la pura alegría. En la sofisticada y optimista era del jazz no hay tiempo para derivas melancólicas. – Martín Pawley

 

ÉTUDE CINÉGRAPHIQUE SUR UNE ARABESQUE Y LE RETOUR À LA RAISON + MARÍA CUEVA

Étude cinégraphique sur une arabesque
Germaine Dulac | Francia | 1929 | 5’

Le retour à la raison
Man Ray | Francia | 1923 | 3’

“El futuro pertenece a las películas que no se pueden contar”, escribía Germaine Dulac en 1928, un año antes de hacer esta película, y diecisiete años antes de que el sufragio fuese permitido a las mujeres en su país, Francia. La película que hoy presentamos, ciertamente, no puede contarse: ha de ser vivida y experimentada. Dulac, pionera del cine de vanguardia, feminista, crítica, periodista y teórica nos regala en esta película cinco minutos de lo que llamó cine integral: “La armonía de las líneas, las superficies y los volúmenes evolucionando directamente sin el artificio de las evocaciones, de acuerdo a la lógica de sus formas, desprovistas de significados humanos para así alcanzar mejor la abstracción y dejar espacio a las sensaciones y a los sueños”. Patrones de luces, sombras y movimientos nos esperan en este “estudio cinematográfico para un arabesco”, una fuente de placer primario y natural en la que bañarnos para reavivar nuestros confinados sentidos. – Elena Duque.

Las películas de Man Ray no son solo una extensión de sus fotografías: en ellas nos da acceso a toda la excitación y las posibilidades de ese nuevo arte que era el cine en los años 20, un campo abierto a miles de emocionantes potencias por descubrir. Este “retorno a la razón” nos regresa a la razón de la visión, aquella que hace conexiones libres y osadas entre las formas sin las ataduras de la lógica. Aquí Ray extrapola su técnica de las “rayografías” al cine, espolvoreando sal, pimienta y chinchetas sobre la tira de cine sin exponer (dejando así en ella impresa las siluetas de estas dispares materias), intercalándolas con las luces de la ciudad por la noche, las sombras de un móvil de papel, y el torso de la mítica Kiki of Montparnasse, sobre el que la luz imprime hipnóticos patrones. Un reflejo de la inconexa acumulación de estímulos de la vida urbana moderna (de entonces), un delicioso juego en el que el inconsciente toma las riendas. Y hay que dejarse llevar. – Elena Duque.

 

FRANKENSTEIN + PABLO CANALÍS

Frankenstein
Searle Dawley l EE.UU. | 1910 | 13’

Reparto: Mary Fuller, Charles Ogle, Augustus Phillips.
Guion: J. Searle Dawley (novela: Mary Shelley).
Fotografía: J. Searle Dawley.
Productora: Edison Manufacturing Company.

De las películas producidas antes de la llegada del cine sonoro, al menos un 70%, seguramente más, se han perdido para siempre, entre ellas obras de genios como Frank Capra, Yasujiro Ozu o Alfred Hitchcock. A veces, muy raras veces, la fortuna se alía con la cinefilia. En lo que va de siglo se han encontrado en diferentes archivos películas de John Ford que se consideraban desaparecidas (Bucking Broadway, Upstream) y se le han sumado bastantes minutos a la mítica Metrópolis de Fritz Lang. En cualquier almacén, quien sabe, puede haber una copia sin catalogar de la soñada 4 Devils de F. W. Murnau esperando que alguien la descubra.

La primera adaptación cinematográfica de la novela de Mary Shelley Frankenstein la estrenó en 1910 la productora de Thomas Alva Edison. Durante muchos años la película se creyó perdida, hasta que un coleccionista dio a conocer en los 80 que tenía una copia, ahora en propiedad de la Biblioteca del Congreso. El director fue James Searle Dawley, responsable también, entre otras, de una versión de la Canción de Navidad de Dickens y de una Blancanieves de 1916 que dejó huella en un tal Walt Disney, la suficiente como para que dos décadas después hiciese del relato recogido por los hermanos Grimm su primer largometraje.

El Frankenstein de Dawley no es tanto un relato de horror como una fantasía romántica sobre la idea del doble. Casi en la línea del Jekyll y Hyde de Stevenson, el monstruo es el resultado de una curiosidad “malvada y antinatural”, según decía la sinopsis de la época. Bastará que su creador aparte de la mente esos pensamientos insanos, guiado por el amor verdadero, para que la criatura se desvanezca en un brillante juego de espejos final. – Martin Pawley

 

UNA SEMANA + JACOBO DE MIGUEL

One Week
Buster Keaton, Edward F. Cline | EE.UU. | 1920 | 19’

Reparto: Buster Keaton, Sybil Seely, Joe Roberts.
Guion: Buster Keaton, Edward F. Cline.
Fotografía: Elgin Lessley.
Montaje: Buster Keaton.
Productora: Joseph M. Schenck Productions, Metro Pictures Corporation.

 

El primer corto dirigido por Buster Keaton, aquí con la ayuda de Edward H. Kline, es una crónica salvaje acerca de los peligros del progreso… y también de la vida en pareja. Keaton interpreta a un recién casado que se enfrenta a un reto mayúsculo: la construcción de una casa prefabricada. Y ello da lugar a un puñado de situaciones hilarantes que acaban conformando una brillante sátira social. Con su estilo impávido, excepcionalmente moderno para su época, Keaton filma sus “tiempos modernos” –tan distintos a los de Chaplin— como si se tratara de una ingobernable rebelión de los objetos, pero también de una reafirmación de la dignidad y del amor ante la adversidad. – Carlos Losilla

LA CASA ENCANTADA Y EL HADA PRIMAVERA + JOHN FALCONE

La Maison ensorcelée
Segundo de Chomón | Francia | 1907 | 6’

La fée printemps
Segundo de Chomón | Francia | 1902 | 3’

Dos trepidantes cortometrajes como El hada primavera (1902) y La casa embrujada (1907) resumen a la perfección la singular poética del catalán Segundo de Chomón, pionero del cine fantástico y de los efectos especiales. Mientras El hada primavera ilustra su lado más lírico, La casa embrujada mezcla risas y sustos con ritmo implacable. Y al tiempo que la primera de ellas juega con el tintado y el efecto cromático, la otra organiza una catarata de trucajes que no deja tregua al espectador. El cine como espectáculo circense y teatro cómico, pero también como acceso a otros mundos posibles: sin el precedente de Chomón, muchas de las superproducciones actuales no serían lo que son. – Carlos Losilla