Hay varios retratos de Rose Lowder en los que la vemos en medio de un esplendor campestre, filmando con su trípode y su cámara Bolex de 16mm. Una imagen que evoca a la del pintor que, con su caballete, lienzo y pincel, intenta recoger la impresión lumínica de un paisaje. Lo que cambia son las herramientas, pero el afán de Lowder es afín: se trata de poner en juego la percepción, de reflexionar sobre el color, de utilizar los matices de la naturaleza como motivo, solo que sacando partido de esa máquina prodigiosa que es la cámara de cine.
Nacida y criada en Perú, cuenta Rose Lowder en una entrevista cómo empezó a visitar talleres de artistas desde los 9 años, y cómo sus pasos la guiaron hacia las artes plásticas. El cruce de este interés con uno de sus trabajos alimenticios, como montadora utilitaria en la BBC, es el que produce su particular manera de entender el cine. La chispa saltó gracias a las sesiones de cine experimental de una incipiente London Filmmakers Co op en los sesenta.
Así empieza una investigación que mezcla el rigor con el puro placer visual: Lowder inventa técnicas por medio de las cuales nuestro cerebro mezcla colores en tiempo real, vemos vibrar el paisaje por cuenta de las posibilidades de enfoque de la lente de la cámara o de su diafragma, los cuadros que componen sus encuadres nos hacen detenernos a ver la naturaleza de una manera que solo es posible a través de la óptica y la mecánica del cine. Aunque pionero e innovador, su trabajo bebe también de los motivos pictóricos impresionistas, como son por ejemplo los girasoles, las amapolas o el paisaje marítimo.
Vale la pena detenernos aquí un momento para esbozar su famosa técnica de filmación. Lowder filma con una cámara de cine, un fotograma a la vez (recordemos, el movimiento en el cine nace por gracia del paso rápido ante nuestros ojos de 24 imágenes fijas por segundo). Después de cada fotograma, deja uno en negro, y al terminar de filmar, por ejemplo, un campo de amapolas, rebobina la película y “rellena” esos fotogramas que quedaron en negro con unos veleros surcando el mar, por poner otro ejemplo. Todo lo registra meticulosamente en unos cuadernos de trabajo que son en sí mismos una obra de arte. El resultado es que ambas imágenes se entretejen, y mágicamente los veleros parecen navegar por el campo de amapolas. No es ese su único procedimiento, pero sirve para explicar qué hace su cine y cómo situarnos para recibirlo. Con la apertura de quien se sabe ante una experiencia única, ante un fenómeno lumínico transformador como un rayo verde o una aurora boreal.
En esta edición de SACO, Rose Lowder viene desde Avignon, al sur de Francia, a mostrarnos y a hablarnos de sus películas. Sus preocupaciones pictórico-cinematográficas se mezclan con la ecología y con el amor y respeto por la naturaleza. La invitación al viaje nos insta a través de su obra a transitar por esos paisajes, y también por los lados ocultos de nuestra percepción: una experiencia estética que depara un goce singular e infinito.
LA INVITACIÓN AL VIAJE. SESIÓN ROSE LOWDER
Escuela Municipal de Música
19 de marzo, 18h
Entrada libre hasta completar aforo