Para todo museo dedicado a las bellas artes, la exploración de las conexiones entre plástica y música resulta un territorio muy fértil. En el plano académico, con numerosos los artículos, libros, ensayos e incluso exposiciones que se han dedicado a radiografiar este tema, el cual se remonta a las primeras civilizaciones, presentando capítulos esplendorosos en la época moderna y contemporánea. En este sentido, si nos ciñéramos solo al último siglo, la convicción de que entre la música y las artes visuales se da una analogía tal que llegaría a permitir generar una pintura y escultura ajenas a toda función de reproducción respecto a lo que vemos en el mundo exterior alcanzó sus máximas cimas. En esto tuvo mucha importancia el interés que por la primera experimentaron numerosos creadores que impulsaron el arte hacia el camino de la abstracción, empezando por Wassily Kandinsky y siguiendo por un largo etcétera, pero también la dedicación a la creación plástica, con cierto interés, de importantes músicos vinculados a los distintos movimientos de vanguardia que protagonizaron el siglo XX, como sucedió por ejemplo con el caso de Arnold Schönberg. Un caso singular sería el de Mikalojus Čiurlionis, pintor y compositor lituano que se dedicó con igual intensidad a una y otra manifestación artística y, sobre todo, a la investigación sobre sus, por utilizar un término baudeleriano, más que interesantes y también abstractas “correspondencias”.

La formulación por parte de SACO de una sección ya tan consolidada en su calendario como es la bautizada El sonido del arte viene en cierto modo a hacerse eco de esta tradición tan fructífera. Por medio de ella, se ofrece la posibilidad a diseñadores de sonido cinematográfico de crear piezas específicas sobre determinadas obras presentes en la colección permanente del Museo de Bellas Artes de Asturias valiéndose de todos los recursos posibles, mientras que a este último una acción de estas características le ayuda a demostrar que detrás del Reino de las Imágenes (una buena definición, en el más amplio sentido del término, de lo que podría ser un museo) puede existir todo un universo de sonidos que contribuyen a entender mejor, expandir o por el contrario revertir el sentido que le podemos dar a una obra de arte. De este modo, composiciones, piezas, pasajes, paisajes sonoros, da igual cómo los definamos, se convierten durante unos días, en el espacio de nuestras salas y en el tiempo durante el que queramos, en protagonistas y potenciadores de eso a lo que debe aspirar una institución de estas características, y que no es más, ni tampoco menos, que poner en contacto a una persona (da igual su género, raza, edad o condición) con una obra de arte (con una obra que nos pueda hablar de lo mejor de nosotros mismos), y que de ese encuentro pueda salir, o al final salga, una experiencia memorable y, en definitiva, un individuo mejor.

 

EL SONIDO DEL ARTE VOL. 4

Museo de Bellas Artes de Asturias
Del 11 de marzo al 1 de mayo