En mitad de la Gran Guerra, Robert Flaherty, explorador vocacional e incipiente cineasta, comenzó a filmar a las comunidades inuits de la bahía de Hudson, en Canadá. Durante un par de años filmó a un conocido cazador de la tribu, Allakariallak, y su familia, hasta reunir alrededor de 10.000 metros de negativo. Lo perdió todo en un instante: un cigarrillo encendido, del propio Flaherty, cayó de forma accidental sobre aquel material, filmado en negativo de nitrato, que ardió como la yesca en pocos segundos. El propio Flaherty, al intentar apagar el fuego, sufrió quemaduras que le obligaron a una larga convalecencia. Entre eso y la entrada de Estados Unidos en la contienda europea, que dificultó la búsqueda de financiación, el cineasta tuvo que posponer su proyecto.

Cuando pudo retornar a la bahía de Hudson, ya en 1920, Flaherty es un realizador mucho más maduro. El estreno de El nacimiento de una nación (The Birth of a Nation, David Wark Griffith, 1915) y el posterior asentamiento del Modo de Representación Clásico habían revolucionado la forma de hacer cine. Flaherty toma nota y prepara una suerte de guion, con las escenas que considera indispensables para poder plasmar la vida de los esquimales.

El cineasta había entendido que no bastaba con la mera observación, con capturar en imágenes en movimiento el día a día de los inuits, sino que había que dirigir la mirada del espectador, hilando las secuencias con una suerte de narración y,sobre todo, articulando una puesta en escena a lavhora de filmar la vida de los esquimales, para la que cuenta con la complicidad de su magnético protagonista, rebautizado como Nanuk para el filme. Esto le lleva también a recrear algunos momentos que no puede rodar en vivo -como el amanecer en el interior del iglú, filmado en realidad en una estructura a medio hacer ya que le hubiera sido imposible hacerlo en un refugio terminado, por carencias de espacio y, especialmente, de luz-; exagera, por supuesto la peligrosidad de algunas acciones para añadir más espectacularidad al filme; dramatiza buena parte de la historia y se toma numerosas licencias, entre ellas la de omitir el uso de armas de fuego por parte de los inuits.

Pese a todo, el resultado final de su empresa, Nanuk, el esquimal (Nanook of the North) fue saludada, ya desde su estreno en 1922, como una película trascendental y la punta de lanza de una nueva manera de entender el género documental, amparado todo ello por un fenomenal éxito de público. Un siglo después, el trabajo de Flaherty mantiene toda su mística y sigue resultando ciertamente fascinante.

 

NANUK, EL ESQUIMAL POR NÓRDICA ENSEMBLE

13 de marzo
Teatro Campoamor, 19h
Retirada de invitaciones en oviedo.es y en la taquilla del Campoamor a partir del 11 de marzo.

Por CHRISTIAN FRANCO