Hay varios retratos de Rose Lowder en los que la vemos en medio de un esplendor campestre, filmando con su trípode y su cámara Bolex de 16mm. Una imagen que evoca a la del pintor que, con su caballete, lienzo y pincel, intenta recoger la impresión lumínica de un paisaje. Lo que cambia son las herramientas, pero el afán de Lowder es afín: se trata de poner en juego la percepción, de reflexionar sobre el color, de utilizar los matices de la naturaleza como motivo, solo que sacando partido de esa máquina prodigiosa que es la cámara de cine.
En esta edición de La invitación al viaje, Rose Lowder nos mostrará sus películas y nos hablará de sus preocupaciones pictóricas-cinematográficas en dos cuidadas sesiones.