XAIME MARTÍNEZ 

Una pregunta que todo adolescente morboso se hace —y hay uno dentro de cada espectador de cine— al estudiar la Revolución Francesa en el instituto es: ¿hasta qué momento mantenían las cabezas recién decapitadas la capacidad de percibir el mundo a través de sus sentidos? ¿En qué momento, después de la muerte, dejamos de ver?

Hay una respuesta científica, aunque Francisco de Goya y Lucientes ya la adelantó hace doscientos años. Cuando el cónsul español en Burdeos abrió la tumba del pintor, muerto en su exilio francés, descubrió que esta no contenía su cabeza. Los ojos de Goya, desde la ausencia, seguían vigilándonos, y además nos retiraban la capacidad de devolverles la mirada.

De todo esto y mucho más hablamos con Samuel Alarcón (Madrid, 1980), director del documental Óscuro y lucientes, que trata sobre la extraña decapitación de Goya y que se proyectará dentro de la programación del festival. Además, Alarcón hará una visita guiada al Museo de Bellas Artes y grabará en directo en el Edificio Histórico de la Universidad el programa que dirige en Radio 5, El cine que viene.

Gran parte de tus películas son largometrajes documentales. ¿Qué nos dicen los documentales que no nos puede decir la ficción?

Todo lo que no nos dice la ficción nos lo puede decir el documental. Estamos demasiado habituados culturalmente a ver historias mediante la dramaturgia y la puesta en escena. El documental nos abre la puerta a que el cuerpo y los actores no sean los responsables totales del cine como medio de expresión. Precisamente porque el documental puede jugar con la dramaturgia, pero también con documentos de archivo, metraje y otras cosas, puede abrirnos muchas más puertas, crear películas especiales y complejas, sus propias normas…

A mí me gustan las películas que son como un juguete individual e insustituible, como una caja de música mágica y distinta de cualquier otra, y el documental se acerca más a esa concepción.

Quizá a raíz de las producciones de plataformas audiovisuales como Netflix, ahora tenemos una visión del documental muy poco artística. Pero algunos creadores queréis devolver cierta complejidad al documental, ¿verdad?

Sí, en Netflix y este tipo de plataformas hay una estandarización de los contenidos porque si no es imposible nutrir una demanda constante. Por una parte está ese consumo masivo y por otro estamos los que tratamos de hacer películas especiales con un lenguaje creado específicamente para esa película y al servicio de lo que estás contando. El continente se crea para hablar de la mejor manera posible del contenido. En las series de consumo es prácticamente todo continente, y el contenido es una cosa mucho más repetida.

El hispanista Nigel Glendinning dijo de Goya que fue «Un modelo romántico para los románticos; un impresionista para los impresionistas, un expresionista para los expresionistas y un precursor del surrealismo para los surrealistas». ¿Qué es Goya para los nuevos cineastas? ¿Un nuevo cineasta?

Glendinning fue muy lúcido, porque es cierto que cada uno se llevó una faceta de Goya a su terreno. Goya en el cine se ha explotado poco, aunque se ha adaptado mucho. Hemos visto algunas ficciones (Milos Forman, Bigas Luna, Carlos Saura…) y tenemos documentales clásicos hasta la extenuación en torno al arte de Goya, lo que representó, su vida, etc. Para el cine de hoy, Goya es quizá un tema polvoriento, a revisitar, pero porque ha sido visitado tantas veces de una misma manera parece complicado. De hecho, para esta película ha sido una ventaja de cara a la financiación, porque todo el mundo lo conoce, pero ha sido un enemigo para encontrar público, precisamente porque ya hay mucho lugar común sobre él. Llevar a la gente al cine a ver otra película sobre Goya requiere un ejercicio extra. Lo que tienes ganado porque todo el mundo conoce a Goya lo tienes perdido porque todo el mundo conoce las mismas facetas. Goya para el cine tiene poco que decir, más allá de que su arte y su mano definen al hombre, y el cine también juega a eso. No entrar en las palabras dichas sino en las no dichas.

Por la historia trágica de Goya, y la manera en que su vida y su arte se entreveran con la política española, parece que es un personaje que encarna ciertos relatos sobre España. En ese sentido, ¿qué querría decir su decapitación?

Una de las cosas que tenía la película en mente era precisamente hacer un retrato de España. No la decapitación de Goya, sino la manera en que al enterarse de la decapitación el gobierno español encaró traer el cuerpo de vuelta, la manera ruin en que se tomó esto, dilatando los procesos, pidiendo al cónsul que no gastara dinero en eso, etc., todo ello revela que los gobiernos, y el gobierno de España, se suman a los éxitos de los artistas pero no a las carreras y a las épocas de desarrollo de estos artistas. Pasa con músicos, escritores, y gente de la cultura en general.

¿Qué hipótesis te parece más fiable acerca de la desaparición del cráneo de Goya de la tumba?

Parece probable que algún momento alguien pudiera llevarse la cabeza. Pero no sé si contestarte, porque si un espectador no ha visto la película y lee lo que yo pienso que ha pasado con la cabeza, va a saber lo que está, lo que no está… Prefiero quedarme con con la fascinación de no saber exactamente qué ocurrió. Me quedo más con la historia que con la respuesta a la historia.

Quizás sea el último gesto artístico y político de Goya, no entregar al futuro su cabeza.

Sí, así lo habían visto el historiador Arturo Colorado o Gaya Núñez. Es posible contemplar el suceso en sí como algo tan complejo y barroco como uno de los «Caprichos» más locos de Goya, o de los «Disparates», la última serie que hizo.

Tanto por tu carrera anterior como por tu trabajo en torno al cine conoces bien el mundo audiovisual. ¿Hay futuro en el cine español más allá (o a pesar) de los Premios Goya?

Claro, son los premios de una Academia y de un conjunto de profesionales. Son los premios de un gremio a personas dentro del gremio. El cine va mucho más allá de un gremio profesional y de unos reconocimientos que se dan entre ellos. Es un lenguaje, y uno que hoy en día, gracias a los medios digitales, está tan a mano como la literatura o las artes plásticas.

Antes rodar era un privilegio, ahora es algo al alcance de todos. Eso ha permitido que se hagan muchas películas, y precisamente el cine documental, que permite captar la realidad de manera fresca y espontánea es una buena muestra: desde que llegó el siglo XXI, el número de documentales que se producen ha aumentado un 300 o 400%. Esto nos habla de la salud del cine, y de la tendencia a hacer documental.

Las ficciones se quedarán como géneros más industriales, y el cine documental va a ser la vía por la que se va a experimentar y crear cosas nuevas. La industria sigue a las fórmulas de riesgo que han funcionado desde la experimentación. En ese sentido, creo que el cine y el cine español, donde se hace mucho más documental experimental que en otros países, tiene muy buena salud. Los Goya son una pequeña isla dentro del planeta cine.

Claro, y por eso Óscuro y lucientes parece una meta-reflexión sobre el cine español.

Ajá (risas), y que se haya quedado fuera quizás nos hable de todo lo que cuenta la película.