Foto por Ernesto Artillo

“Hay que hacer más esfuerzo para quedarte dentro que para salirte”

Francisco Contreras Molina (Elche, 1985), más conocido como Niño de Elche, reúne en sus discos, en sus instalaciones artísticas y en su trayectoria polos aparentemente opuestos: por una parte, trabaja a partir de lo tradicional, como denota su nombre flamenco; por la otra, su obra denuncia de manera radical el purismo de esa misma tradición.

Esto quizá se deba a una voluntad de transgredir todas las categorías que encuentra por delante (lo cual, claro, tiene sus riesgos): de este modo, Niño de Elche evita restringirse a una sola práctica artística, y así su actividad parte del flamenco para llegar al cine, a la instalación sonora o a la literatura; de igual manera, cuestiona su propio origen al autodenominarse «ex-flamenco» y, de hecho, su último disco —Flamenco, Mausoleo de Celebración, Amor y Muerte (2022)— devuelve la vida a una música que al mismo tiempo considera muerta. Por todo ello, no resulta extraño que su estatus de músico underground no resulte incompatible, tampoco, con las colaboraciones con músicos que participan sin remordimientos del mainstream, como C. Tangana.

En SACO 2023, Niño de Elche presenta dos actividades: en primer lugar, El sonido del arte, en la cual trabaja desde el plano sonoro con varias piezas del Museo de Bellas Artes de Asturias; y en segundo lugar, Niño de Elche canta el cine mudo. Este cine-concierto abre el viernes 10 de marzo la novena edición de SACO, y en él, el cantaor crea a partir de dos obras fundamentales del cine surrealista: La Coquille et le Clergyman de Germaine Dulac y Un perro andaluz de Luis Buñuel.

Una de las actividades que vas a desarrollar en SACO es El sonido del arte, en la que escoges seis obras del Museo de Bellas Artes de Asturias y les pones música…

Yo cambiaría la expresión de «ponerle música», porque entiendo desde dónde se hace, pero puede llevar a equívocos, en el sentido de trabajar desde lo narrativo o lo literal. Tal vez el trabajo no sea exactamente ese, sino un proponer desde una perspectiva sonora, más que musical, un espacio idóneo para sumergirte en la observación y contemplación de las piezas. Y también para poder salirte de ello. Ampliar el espacio de percepción.

¿Cuál es la relación que percibes entre la música, un arte que se desarrolla exclusivamente en el tiempo, y la pintura, que de alguna manera se desarrolla sin él?

Sí, es buena apreciación la que haces, aunque lógicamente esas apreciaciones, sobre todo desde las perspectivas o plataformas más experimentales, se intentan romper. Cuando analizas la obra pictórica más allá de lo que te marca la obra en sí, tenemos también la consecuencia del tiempo: en lo contextual. Y eso es lo que el arte contemporáneo nos ha enseñado: que todo está en movimiento, aunque sea un arte, como la pintura o la escultura, que a priori no trabaja desde ahí.

Pero más allá de eso, son artes que tienen la fuerza de romper el tiempo, el tiempo relacionado con las agujas del reloj, ¿no? Para mí siempre es un mundo cercano, porque tiene que ver con la música o el mundo sonoro; con el mundo pictórico, y tiene que ver con el mundo del gesto, al fin y al cabo.

Por lo menos, esa es la conexión a la que yo he llegado siempre cuando he trabajado con artistas plásticos. Para mí, que vengo del mundo de la música o del arte sonoro, más físico —porque no puede ser de otra forma esta cosa de «empujar sonidos», como me gusta decir—, esas son las conexiones que tienen que ver más con la práctica en sí. Después, lo que más nos conecta a la gente son las temáticas: qué se quiere contar. Eso para mí es lo más importante a la hora de entablar un diálogo, una conversación más allá de la disciplina que sea.

De hecho, desarrollaste una pieza sonora en el Centro de Arte Reina Sofía que reelabora una instalación del cineasta de vanguardia Val del Omar. ¿Hay algo en el arte de Val del Omar y en el cine experimental que se debe traer al mundo contemporáneo y a la música contemporánea?

Él fue antes artista sonoro que cineasta. Todas las películas suyas, todo el sonido, está realizado por él. Muchos de los inventos que realizó, más allá de los cinematográficos, también los sonoros, con sus máquinas, son buenas excusas para reivindicar su faceta de inventor, de experimentador.

Más allá, lógicamente, de que no se lo considere un músico, porque él estaba más cercano al territorio textural, sonoro, ambiental. Eso la música electrónica sí ha sabido acogerlo. Pero la música en general aún sigue pensando que eso no es música, ¿no? Que son ruidos, por decirlo así. Su plataforma es, por un lado, muy buena para reivindicar que hay una cierta cultura de esas formas sonoras, tanto en el cine como en otras artes, y después, lógicamente, trasladar sus logros. Y desde mi perspectiva, trasladar lo positivo que tienen sus creaciones sonoras y artísticas.

Lo del Reina Sofía es una instalación sonora, sí, porque tiene sonido, pero también es una instalación, como toda instalación, visual. Como puedes comprobar, me llevo bastante mal con las etiquetas (visuales, plásticas…) porque creo que hoy en día se quedan cortas para explicar ciertas propuestas.

Tu último disco, de hecho, forma un triángulo con la instalación artística y el cine, como se ve en las películas Canto cósmico (2021) o Niño somos todos (2019). ¿Por qué intentas escapar de las categorías estancas del arte?

Yo creo que hay que hacer más esfuerzo para quedarte dentro que para salirte. No lo digo tanto como un esfuerzo en el sentido de la práctica, sino más bien como un esfuerzo en el sentido de la dialéctica, de la batalla cultural. Pero en la práctica es mucho más difícil quedarte en una disciplina concreta que mancharlas todas. Entender que todas son una, en cierta forma. Ese conservadurismo me parece mucho más duro, mucho más complicado que mi heterodoxia.

"El surrealismo te permite hacer todo, prácticamente: desde lo más narrativo y literal hasta lo más extravagante"

Tu segunda actividad en SACO, Niño de Elche canta el cine mudo, se fundamenta en películas del surrealismo mudo, y llama la atención la relación fuerte que hay entre tu manera de entender el flamenco y ese surrealismo.

Bueno, eso fue una propuesta de la dirección de SACO. Hablamos sobre qué tipo de películas podría abordar. Yo no soy un cinéfilo, ni mucho menos, entonces propuse que me pasaran diferentes películas. Me pasaron la de Germaine Dulac, que no conocía, y me quedé fascinado. Era mi interés hacer La concha y el clérigo. También se me propuso abordar Un perro andaluz, que tiene todos sus clichés. Aunque sucede con esto como con tantas otras obras, que se habla mucho de ellas, pero ¿cuánta gente realmente las conoce en profundidad?

Buñuel es un personaje que me llama la atención y siempre ha estado ahí, abierto a poder ser hackeado. Las dos películas convivieron en el mismo espacio temporal, en los estrenos. La figura de Dulac y la de Buñuel son dos figuras muy heterodoxas, muy complejas a la hora de tratarlas. Algo de porno o de sado, que estará en la propuesta, tienen tanto Un perro andaluz como La concha y el clérigo. Como una perversión erótico-sexual.

El surrealismo te permite hacer todo, prácticamente: desde lo más narrativo y literal hasta lo más extravagante. Estábamos buscando no poner música en la película, sino trabajar en diferentes capas. Que esta propuesta no se pueda grabar en disco. Que los elementos tengan que ver con otra dimensión más espacial. Estamos en un teatro, hablando del arte del cine, de lo visual. Estamos hablando de los cuerpos. Estamos hablando de dos películas que están totalmente basadas en personajes muy completos. Ahí es donde vamos a desarrollar la propuesta.

Todo esto va a tener un sentido «escénico», ¿sabes? No es poner música. Yo no quiero poner música a películas, y sobre todo en blanco y negro. Este era uno de mis intereses, porque estoy bastante fatigado de ver propuestas de poner música a películas antiguas. Me cansa bastante. No quiero ser un número más de esos. Aunque algo de ese pecado cometeré, lógicamente.

Volviendo a las divisiones estancas, también son películas en las que intervienen poetas de una manera muy notable. En el caso de la película de Dulac, el guion es de Antonin Artaud…

Es que es maravilloso. Artaud es uno de los personajes que van a estar muy presentes y fue uno de los culpables de que eligiera esa película. Es un referente crucial para mí.

Claro, y Un perro andaluz muchas veces se ha leído como una burla de Buñuel y Dalí hacia otro poeta, García Lorca. ¿Tiene que ver con tu condición de ex-flamenco y con este flamenco que ves muerto en tu Mausoleo?

Bueno, Lorca sigue siendo un personaje bastante incómodo para mí. No soy un lorquiano, ni mucho menos, pero sí que reconozco cada vez más su valía, gracias a otras gentes que han sabido leerlo de una mejor forma que lo he podido leer yo a partir del mundo del flamenco y y de cierto teatro clásico. Val del Omar es uno de los culpables de que yo haya leído de otra forma a Lorca. Yo empecé a valorarlo cuando empecé a conocer la obra de Val del Omar. Antes me salía urticaria leyendo a Lorca. Solamente Poeta en Nueva York es la obra que leo, y sus conferencias. Lo demás me deja bastante frío.

Y después el personaje en sí me parece muy a tener que estudiar siempre, porque es muy paradójico, muy contradictorio, muy incoherente. O sea, todo lo contrario de lo que piensa la gente. Y ahí es donde me interesa Lorca.

No sé aún cómo va a aparecer; si aparecerá desde el amor, desde el odio, desde el prejuicio… pero aparecerá. Porque es parte del proceso en el que estoy sumergido. Siempre intento superar prejuicios. Lorca, el jazz, la música fado, yo qué sé…

Son escollos que tengo en mi vida, que poco a poco intento superar. Estos proyectos son muy buenos para acercarse, claro. Con esta idea de que era una burla a Lorca sale mi parte más luciferina.Va a haber música militar, va a haber música religiosa, ¿eh? Bueno, va a haber música que tiene que ver con el sado-masoquismo, con la violencia. Todo eso está muy presente.